La mayoría de los integrantes de la casta política española, sobre todo a nivel local y autonómico, poseen una preparación académica y una cualificación profesional muydeficiente. No obstante, estas carencias no representan ningún impedimento para que hayan podido desarrollar una intuición y un instinto de supervivencia más propio del mundo animal que del ser humano.
El diseño y la implantación de una estrategia política basada en el engaño sutil les ha valido a muchos de ellos para perpetuarse en el cargo y, por tanto, en el poder. Y no representaría ninguna novedad afirmar que determinados gobiernos han llegado al poder gracias a la mentira. Tergiversar la realidad, desviar el discurso político y mantener el foco mediático alejado del epicentro de los problemas son las claves del éxito de la citada estrategia de los políticos.
La casta política, amparándose en la existencia de una falsa democracia y de un pseudoestado de derecho (que en realidad es un sistema partitobancacráticoabsolutamente corrupto e inundado de privilegios políticos), defenestra y tacha de antidemocrático a todo aquel que ose cuestionar al poder.
El presidente de la Generalitat de Cataluña es un ejemplo de lo anteriormente expuesto. De hecho, Artur Mas enarbola la bandera de la independencia y culpa a España de la bancarrota de su comunidad. Pero oculta el despilfarro de los últimos gobiernos catalanes, también con tendencias independentistas.
Del mismo modo, la casta ha utilizado la crisis económico-financiera como tapadera para ocultar la cruda realidad de España, que está marcada por la institucionalización de la corrupción política en todos los niveles de la Administración, consecuencia de la degradación de un estado de las autonomías insostenible económicamente, y de una Justicia tan politizada como inexistente.
El Gobierno socialista anterior engañó a los españoles sucesivamente negando la crisis, manipulando los datos del déficit, ocultando la corrupción, engordando a la Administración, mintiendo a la ciudadanía con los famosos brotes verdes… Pero el Gobierno actual, igualmente, ha incumplido su programa electoral al subir los impuestos. Y ambos han coincidido en las decisiones relativas a salvar entidades financieras inviables y, contradictoriamente, dejar caer a cientos de miles de pymes y autónomos.
Actualmente, el discurso político se centra en la negación de la necesidad de pedir el rescate (si el Gobierno no solicita el rescate, la prima de riesgo volverá a situarse, posiblemente, en un nivel de intervención) y en anunciar una pronta recuperación de nuestra economía, además de insistir en que lo peor de la crisis ya ha pasado.
Sin duda, la gran mentira de nuestro Gobierno actual radica en la política económica que está manteniendo, basada en asfixiar a la economía productiva para mantener el entramado político, administrativo e institucional casi intacto.Es decir, exprimir, vía impuestos, a autónomos, pymes y familias con el objeto de continuar con el despilfarro público-político derivado del Estado de las autonomías. El Gobierno pretende hacer creer a los ciudadanos que esta estrategia económica (a la que ha denominado con el término de “austeridad”) sacará a España de la crisis.
La crisis es un hecho pero España está prácticamente en quiebra debido a la corrupción política y al despilfarro derivado de un sistema antidemocrático que ampara la corrupción. Nuestro país necesita la formación de una verdadera sociedad civil. La pusilánime sociedad española debe dejar a un lado los sectarismos políticos (puesto que una sociedad dividida es fácilmente manejable por el poder) e intervenir para que la casta política no vuelva a engañarnos. La salud democrática de España depende de ello.
Los desahucios (y suicidios) pueden ser la mecha que dinamite el sistema. Debido a este motivo los dos principales partidos se han apresurado a aportar alguna solución a esta tragedia social. ¿Se interesa realmente la casta por los desahuciados o perciben un riesgo que amenaza al sistema y a sus privilegios?
Fuente: Eleconomista
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