http://www.espiaenelcongreso.com/ 19 septiembre 2013
El rey Juan Carlos de Borbón se resiste a subastar las tres bodegas de la Casa Real tras haber concluido la catalogación que dos conocidos “sumilleres” españoles han realizado este año,según pudo saber “Espía en el Congreso” en fuentes parlamentarias cercanas al Ministerio de la Presidencia de Soraya Saénz de Santamaría, que es quien tutela los gastos regios a través de Patrimonio Nacional. Los catalogadores han sido el catalán“Quim” Vila y el madrileño Miguel Laredo, que
han frecuentado al menos una de las tres bodegas reales, dos situadas en dependencias de sus Palacios de El Pardo y la tercera en el Palacio de Oriente. Los sumilleres pudieron comprobar que las más de 10.000 botellas que acumula el monarca están descatalogadas y descuidadas, aunque Patrimonio Nacional se ha gastado una fortuna en mimar sus recintos, hasta el punto de que compró una partida de arena del Oceáno Índico con la que alfombrar el suelo de uno de los sótanos y así mantenerlo húmedo.
¿Por qué el rey había ordenado tasar su vino? ¿Quería venderlo? ¿Quizás subastarlo? ¿Planeaba acaso irse de España con la mayor liquidez dado que el país no remonta y la desesperación de la sociedad española va en aumento? ¿O simplemente estaba amortizando y ahorrando? Las especulaciones del personal en Zarzuela se han trasladado al Congreso y al Senado, donde algunos parlamentarios que están en el secreto ya debaten en “petit comité” qué se escondía tras la última decisión más personal de Juan Carlos. Y no parecen tranquilos, porque a esta zozobra se le une el estado de salud del monarca, sus continuos traspiés, lapsus y fatigas con ese rostro permanentemente enrojecido desde que emprendió el que consideran “maldito” viaje a Bostwana con la princesa Corinna para participar en aquella ya histórica cacería de elefantes. Allí también se cayó -dicen que en acrobática postura- y tuvo que operarse de la cadera y de un fuerte golpe en la cara.
Sea lo que fuere, el rey ya ha decidido que no va a vender su vino y de nada ha servido la tasación de su bodega, para lo cual Juan Carlos había escogido bien. El trabajo lo hicieron los dos mejores sumilleres de España: Miguel Laredo, que ha recibido honores en The New York Times y“Quim” Vila, uno de los catalanes más respetados en el sector de las vinotecas de la Villa y Corte. Hay vinos que si no tiene “Vila Viniteca” no tiene nadie, y el bodeguero de Barcelona, que ha abierto “Mostrador” en Madrid (calle Díaz Porlier, 45), se ha gastado auténticas fortunas en conseguirlos por ferias de medio mundo, especialmente francesas.
“Quim” Vila fue el descubridor en España del célebre “Pingus”, compró una buena partida cuando nadie lo conocía, y eso le hizo rico junto a su hermana Eva. “Fue con el Pingus 1996. Pingus comenzó a elaborarse en 1995, se hizo famoso y en la siguiente cosecha de 1996 una partida grande se hundió en un barco que iba a EE.UU, lo que hizo elevar su cotización. Por cierto en las Torres Gemelas, en el restaurante de la última planta, desaparecieron para siempre varias botellas de Pingus 1996. Lo normal es que en la bodega real haya Pingus pero las añadas solo lo saben los catalogadores”, señala un prestigioso sumiller madrileño propietario de una conocida Vinoteca en el barrio de Chueca.
Laredo y Vila se habían encontrado en Zarzuela un panorama alucinante: miles de botellas, algunas auténticas “joyas” dificilísimas de encontrar, y otras a punto de perderse por descuido. Descatalogadas, desorganizadas y sin categorías. Los sumilleres del rey bastante tienen con encargarse de suministrar los miles de litros de vino que al año consume el monarca en recepciones y agasajos. Las dádivas, regalos y adquisiciones no entran en su incumbencia. De ahí, que un asesor del rey le aconsejara recurrir a especialistas externos y “hacer caja” con sus vinos porque podría obtener “un pico”.
Sin embargo, el monarca a última hora se ha resistido a hacerlo porque a pesar de que la catalogación está prácticamente concluida, Patrimonio Nacional le ha sugerido que el dinero de la venta no puede ir a su bolsillo y debe reintegrarse al Estado, lo cual ha contrariado a Juan Carlos. Esta es la razón por la que la venta o subasta se ha paralizado.
Otro Jefe de Estado, Francois Hollande, ha emprendido en Francia una catalogación similar que ha concluido con la subasta de los vinos de la bodega del Elíseo (12.000 botellas) aunque Hollande lo ha hecho como gesto de austeridad en el gasto público. También históricos restaurantes como el Tour D´Árgent (18.000 botellas) lo hicieron antes, como ahora han subastado sus vinos los gastrónomos Sergi Arola y Ferrán Adriá (8.807 botellas).
El hecho cierto es que Juan Carlos de Borbón se resiste a vender su bodega primero porque la considera suya y antes que cederla al erario público prefiere bebérsela espaciadamente. El monarca cree que su propiedad es una compensación a su labor de promoción exterior que realiza siempre que puede del vino español, hasta en países donde la religión musulmana lo prohibe. Así paso este año en la India:
La Familia Real dispone actualmente de tres bodegas, una de las cuales ha sido legada al príncipe Felipe de Borbón que, casualmente, no bebe. Además la prima hermana del rey, Teresa de Borbón Dos Sicilias, es propietaria de Bodegas Tarsus (Ribera del Duero). Otro familiar, Alvaro de Orleans-Borbón, es presidente deBodegas de los Infantes de Orléans-Borbón (vino de Jerez).
El primo de Letizia Ortiz, el abogado David Rocasolano, cuenta en su libro “Adiós Princesa” una visita a la bodega de su prima ubicada en su palacio, conocido como “la casa del Príncipe” o más popularmente entre los funcionarios regios como “Zarzuela II”. Letizia se encargó de enseñarle toda la casa y el primo Rocasolano asegura que la legendaria biblioteca principesca no existe o que él al menos no vio más de 200 o 300 libros en la mansión.
Lo que sí tenían, en el sótano, era una espectacular e inmensa bodega “llena de vinos carísimos”, según presumía Letizia. Un laberinto de pasillos de anaqueles con el suelo cubierto de arena de playa. Pero no era arena de playa de Almería ni de Vizcaya. En palabras del propio Felipe“la traen expresamente de una playa del Índico porque tiene las condiciones perfectas para mantener la humedad”. Su prima debía de ser consciente de que el lujo asiático de aquella bodega resultaba un tanto obsceno pagado con dinero del contribuyente.
Pero el primo lo contó: “(…) ante mí se abría una vinoteca particular inmensa.Paseamos por el laberinto de anaqueles pisando arena de playa, paladeando el aroma noble y sobrio de roble y uva vieja y contemplando el fabuloso espectáculo del vino. Felipe me aclaró:
—Es arena de playa. La traen expresamente de una playa del índico porque tiene las condiciones perfectas para mantener la humedad.
Cuando salimos, Letizia añadió:
—Oye, hazme un favor. Aunque te parezca una tontería, sed discretos con esto de la bodega. No lo contéis por ahí, ¿vale?
—No te preocupes”.
“Yo también he comprado y he bebido botellas de Vega Sicilia. Me resulta imposible aproximar un cálculo del dinero que habrá allí invertido en vino. Pero creo que Felipe y Letizia me pidieron secreto más por otra razón que por ocultar el lujo en que viven”, concluyó David Rocasolano.
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